miércoles, febrero 18, 2015

El elefante (http://parapensarenti2.blogspot.com.es/)

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de tajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a algún maestro, a mi padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia:

- "Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?"

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

- "El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvía a probar, y también al otro y al que seguía... hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque cree que no puede. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquélla impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas que "no podemos hacer" simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestro recuerdo "no puedo... no puedo y nunca podré", perdiendo una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: la fe.


Frase del Día (18-02-2015)

Si algo hace que los animales sean libres (aunque esten cautivos) y nosotros no, es precisamente la sumisión ante la autoridad que conduce no como seres humanos capaces de pensar por nosotros mismos.
Los seres humanos podemos considerarnos libres, pero en realidad no lo somos, por el mero hecho de que voluntariamente nos sometemos a cualquier tipo de autoridad, Somos serviciales ante el poder, aunque este nos lleve también al matader. El "Jefe" siempre tiene razon y sino la tiene, aceptaremos que la tiene por que es el Jefe sin intentar poder ayudarle a que vea, que eso puede llevarnos al desastre 
Los animales irracionales, como los llamamos, incluso los más maltratados y sometidos, siguen siendo libres porque a pesar de ello siguen luchando por esa libertad
El humano realmente libre es aquel que ante todo lucha por esa libertad sin someterse. Pero “luchar” es una palabra que ha sido sometida a un reduccionismo exagerado: luchar no es sólo enfrentarse física y violentamente a nuestro enemigo, sino que también podemos hacerlo mental y espiritualmente. Y esa lucha es aún más potente que la física. Los materialistas piensan que sólo es posible la vía del enfrentamiento directo, y esa es precisamente la forma más ineficiente de hacerlo, porque el poder siempre va a ganar en ese terreno. Es su campo preferido de batalla. En cambio, en el aspecto mental lo tienen más complicado, aunque cada día lo dominan más, pero en el espiritual lo tienen totalmente perdido, porque ellos son todo lo contrario al espíritu. Sólo pueden luchar en el lado material de la realidad. Luchemos contra ellos pues, con nuestras mejores armas: nuestra fortaleza interior.