Casi todos queremos cambiar algo en nuestras vidas. Lo curioso es que, aunque queremos que las cosas cambien, nos resistimos a tomar decisiones. Comenzamos a dar vueltas y más vueltas, barajamos opciones, pensamos en todo lo malo que podría pasar, pero nos morimos de miedo a cometer un error y dar ese paso hacia adelante. Al final terminas con la sensación de vivir con el "piloto automático", como el que se deja llevar por la corriente, sin saber a dónde va ni para qué. Y todo porque no te estás atreviendo a ser consecuente con tus propias decisiones, sin cobardias usando el corazón.
Pero recordemos que, posiblemente, dentro de diez, veinte o treinta años, cuando eches la vista atrás, te
arrepentirás de lo que no hiciste, nunca de lo que hiciste. Y si no te lo
crees, pregúntale a cualquier persona mayor que conozcas. El tiempo que hemos perdido dándole vueltas a las cosas es una de las mayores fuentes de arrepentimiento a cualquier edad.
