En un país muy, muy lejano vivía un perro al que sus amos tan
solo le daban de comer huevos. Cansado de comer siempre lo mismo, salió
de casa con la esperanza de encontrar algún alimento novedoso que le
permitiera saciar su hambre y olvidar por un tiempo los huevos.
Caminó y caminó, hasta que llegó a una pequeña playa, en la que se sentó para descansar un poco. Mientras miraba el ir y venir de las olas, el mar trajo hasta la playa una extraña cosa que llamó la atención del perro. Se acercó con cautela y al ver que aquello tenía forma de huevo, se lo metió en la boca y sin masticarla ni una sola vez, la empujó hacia su garganta. Aquella cosa, que no era sino una puntiaguda almeja, le hizo tanto daño en su estómago, que lastimeramente decía:
- "Me merezco todo lo que me pase, por pensar que todas las cosas que hay en el mundo con forma ovalada, son exactamente iguales a los huevos"
Caminó y caminó, hasta que llegó a una pequeña playa, en la que se sentó para descansar un poco. Mientras miraba el ir y venir de las olas, el mar trajo hasta la playa una extraña cosa que llamó la atención del perro. Se acercó con cautela y al ver que aquello tenía forma de huevo, se lo metió en la boca y sin masticarla ni una sola vez, la empujó hacia su garganta. Aquella cosa, que no era sino una puntiaguda almeja, le hizo tanto daño en su estómago, que lastimeramente decía:
- "Me merezco todo lo que me pase, por pensar que todas las cosas que hay en el mundo con forma ovalada, son exactamente iguales a los huevos"