El marido la miró sin decir nada.
Cada dos o tres días, cuando su vecina tendía la ropa, la mujer repetía su discurso.
Al cabo de un mes, la mujer se sorprendió al ver a su vecina tender unas sábanas blanquísimas y limpísimas, estaban como nuevas.
- "¡Mira! – Le dijo emocionada a su marido – parece que ya aprendido. ¿Se lo habrá dicho alguna otra vecina?"
El marido la miró y respondió:
- "No, hoy me levante temprano y limpie los cristales de nuestra ventana".
A
veces criticamos algo que desconocemos, sin pensar que quizás somos
nosotros los que estamos mal. Siempre todo depende del color del cristal con que
se mire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario