
Estaba regresando contento a casa, cuando descubrió, en un campo, a un labrador que estaba gesticulando. Ávido por saber qué pasaba, se escondió detrás de un montículo y se uso a observar. El hombre estaba peleando violentamente con Dios: lo trataba sin ninguna consideración, y le decía toda clase de barbaridades.
El diablo se quedó vivamente interesado en un principio, pero luego comenzó a reflexionar y aquello no le gustó nada.
Mientras andaba en estas cavilaciones pasó por allí un cura, quien dirigiéndose al campesino le dijo:
- Buen hombre. ¿Por qué razón te comportas así? ¿No sabes que insultar a Dios es pecado?
- Reverendo, responde el hombre, si me enfurezco con Dios, es porque creo y porque le siento cercano; si le digo lo que siento, es porque lo quiero mucho; si grito, es porque sé que me escucha.
- Tú deliras, dijo el cura alejándose.
Pero el diablo, que sabía más que el cura, se fue muy alarmado: había descubierto a un hombre capaz todavía de rezar.
Dino Semplici
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