Los que siempre "van con la verdad", se llaman a sí mismos, "personas sinceras". No se trata de que mientan, sino que su verdad es tan innecesaria como
subjetiva. Lo notamos especialmente quienes vivimos con una carpeta a
cuestas.
Se acerca una persona que hace años que no veía, ni falta que hace, y me suelta como si descubriera América: "¡Qué de canas tienes y a ver si tomas más el sol, que pareces un enfermo!". Y tú le miras y te dan ganas de decir que resulta patético que para disimular la calva se peine las cejas hacia atrás y que parece mayor que tu padre
Gente que argumenta que siempre hay que decir lo que uno piensa. No hablo del familiar o el amigo cercano que te da su opinión, pese a que te duela. Sino de quien te la suelta esas "alabanazas" aunque no te interese ni tenga derecho para hacerlo. Algunos piensan que la solución esesponder con sinceridad al cuadrado. Pero no. Porque nos han educado con eso que llamamos "mentira piadosa". Y no, es mejor no acudir siempre a la sinceridad, porque cuando no viene a cuento, es "dañina". Así que un aviso a los eternamente sinceros: ese exceso de sinceridad, a la hora de hablar del otro, suele esconder el temor a sincerarse con uno mismo
Se acerca una persona que hace años que no veía, ni falta que hace, y me suelta como si descubriera América: "¡Qué de canas tienes y a ver si tomas más el sol, que pareces un enfermo!". Y tú le miras y te dan ganas de decir que resulta patético que para disimular la calva se peine las cejas hacia atrás y que parece mayor que tu padre
Gente que argumenta que siempre hay que decir lo que uno piensa. No hablo del familiar o el amigo cercano que te da su opinión, pese a que te duela. Sino de quien te la suelta esas "alabanazas" aunque no te interese ni tenga derecho para hacerlo. Algunos piensan que la solución esesponder con sinceridad al cuadrado. Pero no. Porque nos han educado con eso que llamamos "mentira piadosa". Y no, es mejor no acudir siempre a la sinceridad, porque cuando no viene a cuento, es "dañina". Así que un aviso a los eternamente sinceros: ese exceso de sinceridad, a la hora de hablar del otro, suele esconder el temor a sincerarse con uno mismo
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