Caminaba tranquilamente un lobo cerca de un pequeño riachuelo
justo en el momento en el que el sol iba escondiéndose poco a poco
detrás de las montañas. Al levantar la vista, descubrió que su sombra
era hermosamente transformada por los últimos rayos del sol que no pudo
evitar exclamar:
- "Con este tamaño, ningún león se atrevería a rozarme un solo pelo. ¡Si de verdad pudiera alcanzar esta envergadura, sería para mí muy sencillo usurparle al león su posición como rey del mundo animal!"
Tan orgulloso y obnubilado estaba en la contemplación de su magnífica sombra, que no se percató de que un león llevaba largo tiempo acechándolo. Si tiempo para reaccionar, el león se lanzó encima del lobo, comenzando a devorarlo casi de inmediato. Al darse cuenta de la gran desgracia que había caído sobre él, el lobo dijo:
- "Tengo bien merecido lo que me pasa. Si no hubiera sido tan tonto, ni orgulloso, mi oído se hubiera percatado del gran mal que me estaba esperando detrás de esas rocas".
- "Con este tamaño, ningún león se atrevería a rozarme un solo pelo. ¡Si de verdad pudiera alcanzar esta envergadura, sería para mí muy sencillo usurparle al león su posición como rey del mundo animal!"
Tan orgulloso y obnubilado estaba en la contemplación de su magnífica sombra, que no se percató de que un león llevaba largo tiempo acechándolo. Si tiempo para reaccionar, el león se lanzó encima del lobo, comenzando a devorarlo casi de inmediato. Al darse cuenta de la gran desgracia que había caído sobre él, el lobo dijo:
- "Tengo bien merecido lo que me pasa. Si no hubiera sido tan tonto, ni orgulloso, mi oído se hubiera percatado del gran mal que me estaba esperando detrás de esas rocas".
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