
Cierto día, estando buscando el gallo la mejor zona para que las gallinas y sus pollitos pudieran alimentarse durante todo el día sin que nadie los molestara, se encontró una enorme piedra preciosa de color verde. Tras dar unas cuantas vueltas a su alrededor y propinarle un par de picotazos para asegurarse que era una joya lo que tenía ante sus patas, le dijo con cierta indiferencia:
- "Si en lugar de encontrarte yo en lugar de mi dueño, se habría puesto tan contento, que hubiera salido corriendo contigo hacia el pueblo más cercano para venderte; pero para mí no tienes ningún tipo de valor. Me es más grato encontrar pequeños granos de cereal, insectos o alguna jugosa lombriz de tierra, que cualquiera de las joyas que tan locos parecen volver a los hombres".
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