Rápidamente el murciélago le contestó que no era ningún pájaro, sino un pequeño e inofensivo ratón. Ya que nada tenía contra los ratones, la comadreja le dejo marcharse.
Tiempo después el destino volvió a cruzar sus destinos, realizando el murciélago la misma petición que la primera vez. Al reconocerlo, la comadreja le dijo que odiaba enormemente a todos los ratones. Tan rápido de mente como la vez anterior, el murciélago le dijo que le parecía muy bien, ya que él no era ningún ratón, sino un pájaro. Por segunda vez, la comadreja le dejo marcharse sin hacerle ni un solo rasguño.
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