Extrañar a una persona querida, no deja huellas sangrantes a la vista de los demas. Pero la muerte de un ser querido, cualquiera que sea el vínculo peor más si es de tu propia sangre, es la
experiencia más dolorosa por la que puede pasar una persona. De repente
sentimos que toda la vida, en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo,
nos duele la identidad y el pensamiento. Nos duele nuestro entorno y
nuestra relación con él. Nos duele el dolor de la família y amigos, nos
duele el corazón y el alma.
Sentimos que lo único que calmaria tanto dolor, sería el regreso de
la persona querida y al mismo tiempo sabemos que esto no es posible y la
herida aún duele más en el corazón y en el fondo del alma.
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