Pero la historia no termina aquí: la liebre,
decepcionada tras haber perdido, hizo un examen
de conciencia y reconoció sus errores.
Descubrió que había perdido la carrera por ser
presumida y descuidada. Si no hubiera dado tantas
cosas por supuestas, nunca la hubiesen vencido.
Entonces, desafió a la tortuga a una nueva
competencia. Esta vez, la liebre corrió de
principio a fin y su triunfo fue evidente. Demostrando que los rápidos y tenaces, venceran a los lentos y estables
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