Pero no hay dos, sin tres. Tras ser
derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y
llegó a la conclusión de que no había forma de
ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba
planteada la carrera, ella siempre perdería. Por
eso, desafió nuevamente a la liebre, pero
propuso correr sobre una ruta ligeramente
diferente. La liebre aceptó y corrió a toda
velocidad, hasta que se encontró en su camino
con un ancho río. Mientras la liebre, que no
sabía nadar, se preguntaba "¿qué hago
ahora?", la tortuga nadó hasta la otra
orilla, continuó a su paso y terminó en primer
lugar. Porque aquellos que saben identificar su ventaja
competitiva (saber nadar) y pueden cambiar el entorno
para aprovecharla, llegan primeros.
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