Suele decirse que mejor solos que mal acompañados y esta situación es una soledad digna, mucho más que intentar mantener una relación con alguien que nos hace daño vivir o compartir un espacio con ella. Con esto no solo mer refiero a esas parejas que solo se alimentan de insatisfacciones y en las que reinan sentimientos negativos que se apoderan de la libertad emocional de sus miembros. Sino también de las personas que rodean nuestro entorno y que no nos dejan crecer sentimentalmente. En la actualidada, vivimoes en una sociedad que tiene miedo a estar solo en la vida, claro que es algo adaptativo, positivo y saludable. Sin embargo, como en todo, hay ciertos límites que no se deben sobrepasar. Concretamente el de someterse al dolor y aguantar todo tipo de sufrimientos para evitar la separación. Sin embargo en otras épocas podiamos ver a los anacoretas, los ermitaños no se preocupaban de esa falta de sociedad y se confinaban en el fin del Mundo, para no estar rodeado de esos sentimientos negativos que le envoltaban. Porque, a pesar de que no lo pensemos, la soledad enseña mucho más que cualquier compañía. Si bien es cierto que somos criaturas sociales y que necesitamos de la interacción para crecer, aprender y vivir, la clave está en encontrar el equilibrio entre ambas situaciones. Esos instantes de soledad son necesarios para nuestra salud mental; son momentos de calma y de conexión con nuestro interior. No obstante, también sabemos que hay etapas a lo largo de nuestro ciclo vital en que nos sentimos "atados", casi asfixiados ante determinadas cosas o personas y eso nos hace estallar ante la menor cosa, lo que nos hace más vulnerables
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