La compasión proviene de la palabra griega (sympatheia), es una palabra compuesta y significa literalmente "sufrir juntos" y conmoverse hasta las entrañas. Es una emoción humana que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento. La compasión hacia uno mismo proporciona un remanso de paz, un refugio contra los mares tempestuosos de la autocrítica positiva y negativa, hasta que finalmente dejamos de preguntarnos: "¿Soy tan bueno como ellos? ¿Soy lo suficientemente bueno?". Tenemos en nuestras manos los medios para proporcionarnos el afecto que anhelamos. Si conectamos con nuestra fuente interior de dulzura y reconocemos que la imperfección es una característica compartida de la naturaleza humana, podremos empezar a sentirnos más seguros, aceptados y vivos. La verdadera compasión nos lleva a identificarnos con el dolor del prójimo, nos colocamos en su lugar. Eso nos motiva a actuar y a hacer lo que podamos para ayudar. La compasión y el amor corrientes generan un sentimiento muy íntimo, pero es básicamente apego. Con esta clase de amor, mientras la otra persona nos parezca bella o buena, la seguiremos amando, pero tan pronto la veamos menos bella o buena, nuestro amor cambiará totalmente. Aunque creamos que alguien es nuestro entrañable amigo y le amemos mucho, a la mañana siguiente la situación puede cambiar totalmente. Aunque siga siendo la misma persona, la vemos como a un enemigo. En lugar de sentir compasión y amor hacia ella, sentimos ahora hostilidad. En cambio, con un amor y compasión genuinos, la apariencia o la conducta de otra persona no afectará nuestra actitud.
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