Había una vez que los pastorcillos estaban reunidos en una llanura cercana a Jerusalen. Todos estaban reunidos junto a una fogata para no pasar frio y se contaban historias vividas o fantasiosas para pasar la noche. Mientras un grupo se contaban estas historias, otros dormian para poder vigilar por la noche el rebaño de ovejas, los lobos siempre eran un peligro del que cuidarse. En plena noche el cielo se iluminó y un angel apario de repente y les anuncio que debian ir a Belen, en un humilde pesebre había nacido un niño, el Mesias.
Siguiendo la leyenda que habían oido de sus mayores, azuzaron a los perros que despertarian a las ovejas para ponerse en camino. La estrella brillaba y parecia como si estuviese postrada en un lugar. Cada uno de ellos tomo la decisión de llevarle un presente. Solo el más pequeño no hablaba, parecia distraido. Poco a poco la distancia entre Jerusalen y Belen se iba acortando y al amanecer llegarian a la ciudad. Intentaron evitar el campamento de legionarios romanos que estaba en las afueras. Acamparon en las afueras y sortearon los turnos. Poco a poco todos los pastores fueron hacia el portal, todos menos uno. El más bajo no queria acudir por que no tenía nada que ofrecerle. Finalmente se decidió y se acerco a ofrecerle lo poco que tenía... un jubon de lana y su zurron. Cuando llego se arrodillo ante el bebe y le dio sus ofrendas. El bebe lo miro y su jubon se dividio en dos, y con sus manos le dio el trozo mayor... el pastorcillo se emociono ante esto y beso la frente del recien nacido.
Con el paso del tiempo el pastorcillo pudo tener su propio rebaño y ayudo como de crio a los demás
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