Para ser grande no hay destruir. Para ser grande hay que construir, idear, planear, visionar pero por sobre todas las cosas hay que buscar compartir. Ser grandes no es envejecer es permanecer en un ideal sin tener que menospreciar y oscurecer a otras personas con diferentes ideales. El filósofo griego Aristóteles nos enseña que la vida ideal es buscar la "eudaimonía", palabra que suele traducirse como "felicidad". Pero no se refería a una vida de placeres sensoriales, ni tampoco a una existencia desligada de la realidad por la falsa creencia de que las cosas son (o deberían ser) mejores de lo que son realmente. Su concepto de felicidad se acerca mucho más a la idea de "plenitud" que a ese sentimiento a menudo autocomplaciente y basado en el placer que llamamos "felicidad". Para Aristóteles, la "eudaimonía" significaba vivir en concordancia con la razón; satisfacer nuestro sentido de propósito; cumplir con nuestro deber cívico; cultivar la virtud; estar totalmente comprometidos con el mundo y, sobre todo, experimentar la riqueza del amor y la amistad humanas
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