Cansado de que el palafrenero le robara todos los días su suculento alimento, el caballo sacó toda su rabia interior y le dijo al que con tanto mimo le cuidaba:
- "Aprecio enormemente que me mantengas tan limpio todos los días, pero si en verdad deseas que mi pelaje se vea tan brillante como el sol que luce en el cielo, deja de robar la cebada para tu propio beneficio. Te aseguro que si dejas de hacerlo, mi cuerpo se pondrá tan hermoso, que no será necesario que estés esmerándote cada día en cepillar mi pelaje"
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