En un país muy lejano, un palafrenero decidió arrebatarle la
cebada que su señor le proporcionaba para alimentar a su caballo, para
venderla en el mercado más cercano. Una venta, que le servía para
aumentar el salario que con tanto esfuerzo le costaba ganar y darse
algún que otro capricho de vez en cuando. Un robo, que él quería
maquillar manteniendo lo más limpio y peinado posible al animal que
habían dejado a su cargo.
Cansado de que el palafrenero le robara todos los días su suculento alimento, el caballo sacó toda su rabia interior y le dijo al que con tanto mimo le cuidaba:
- "Aprecio enormemente que me mantengas tan limpio todos los días, pero si en verdad deseas que mi pelaje se vea tan brillante como el sol que luce en el cielo, deja de robar la cebada para tu propio beneficio. Te aseguro que si dejas de hacerlo, mi cuerpo se pondrá tan hermoso, que no será necesario que estés esmerándote cada día en cepillar mi pelaje"
.
Cansado de que el palafrenero le robara todos los días su suculento alimento, el caballo sacó toda su rabia interior y le dijo al que con tanto mimo le cuidaba:
- "Aprecio enormemente que me mantengas tan limpio todos los días, pero si en verdad deseas que mi pelaje se vea tan brillante como el sol que luce en el cielo, deja de robar la cebada para tu propio beneficio. Te aseguro que si dejas de hacerlo, mi cuerpo se pondrá tan hermoso, que no será necesario que estés esmerándote cada día en cepillar mi pelaje"
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