Picoteaba un tordo los granos de un bosquecillo de mirlos, y complacido por
el placer de sus pepitas no se decidía a abandonarlo nunca.
Un cazador de pájaros observó que el tordo se acostumbraba a visitar ese lugar cada dia y lo cazó.
Viendo el tordo su próximo fin, dijo:
- "¡Oh desgraciado! Por el placer de comer, me he privado de la vida".
Un cazador de pájaros observó que el tordo se acostumbraba a visitar ese lugar cada dia y lo cazó.
Viendo el tordo su próximo fin, dijo:
- "¡Oh desgraciado! Por el placer de comer, me he privado de la vida".
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