Mientras paseaba
en la floresta, en un tibio día de sol, un cervatillo, que iba detrás
del ciervo admiraba el magnífico aplomo y señorío de su padre.
Sin poder contener su curiosidad, el pequeño habló al ciervo de este modo:
Sin poder contener su curiosidad, el pequeño habló al ciervo de este modo:
–
"Padre, veo que luces fina estampa y eres, según compruebo, más ágil que
los perros; además llevas fuerte cornamenta para defenderte, ¿por qué
huyes cuando ves uno de ellos?"
El ciervo, después de escuchar a su crío, le replicó sonriente:
–
"Todo cuanto dices, hijo mío, es cierto; pero yo mismo no puedo
explicarme la razón; pues tan pronto escucho el ladrido de un perro, se
me escarapela el cuerpo y me faltan patas para echármelas, rápido y
lejos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario