Pero la historia tampoco termina aquí: el tiempo
pasó, y tanto compartieron la liebre y la
tortuga, que terminaron haciéndose buenas amigas.
Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y
decidieron repetir la última carrera, pero esta
vez corriendo en equipo. En la primera parte, la
liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río.
Allí, la tortuga atravesó el río con la liebre
sobre su caparazón y, sobre la orilla de
enfrente, la liebre cargó nuevamente a la
tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea
de llegada en un tiempo récord, sintieron una
mayor satisfacción que aquella que habían
experimentado en sus logros individuales. Sencillamente porque es bueno ser individualmente brillante
y tener fuertes capacidades personales. Pero, a
menos que seamos capaces de trabajar con otras
personas y potenciar recíprocamente las
habilidades de cada uno, no seremos completamente
efectivos.
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