Un Príncipe tenía algunos Monos entrenados
para bailar. Siendo naturalmente grandes imitadores de las acciones de los hombres, ellos
demostraron ser unos alumnos apropiados, y cuando los vestían con su ropa
y máscaras, ellos bailaban tan bien como cualquiera de los cortesanos.
El espectáculo a menudo era repetido con grandes aplausos, hasta que en una ocasión a un cortesano se le ocurrió una travesura, y tomó de su bolsillo un puñado de nueces y los lanzó sobre ellos. Los monos a la vista de las nueces olvidaron su baile y se pusieron a actuar como en efecto ellos eran, monos en vez de actores.
Quitándose sus máscaras y rompiendo sus trajes, lucharon el uno contra el otro por las nueces. El espectáculo del baile llegó así a un final entre la risa y la burla del auditorio.
El espectáculo a menudo era repetido con grandes aplausos, hasta que en una ocasión a un cortesano se le ocurrió una travesura, y tomó de su bolsillo un puñado de nueces y los lanzó sobre ellos. Los monos a la vista de las nueces olvidaron su baile y se pusieron a actuar como en efecto ellos eran, monos en vez de actores.
Quitándose sus máscaras y rompiendo sus trajes, lucharon el uno contra el otro por las nueces. El espectáculo del baile llegó así a un final entre la risa y la burla del auditorio.
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