La vida que tenemos nos enseña que lamentablemente nada, "nada es para siempre", que por suerte o desgracia todo tiene un inicio y un fin. Lo que sube, tarde o temprano tiende a bajar. Son las típicas frases que nos recuerdan que la felicidad es pasajera y que el placer eterno no existe. Nos advierten de que no nos encariñemos demasiado con nada, porque acaba tocando a su fin y podemos sufrir hasta el infinito. Por eso, aceptemos que el amor es pasajero, que el sabor del chicle se acaba, que el efecto del alcohol en las venas acaba por evaporarse, y que las cosas que realmente nos hacen felices, el mundo se las lleva cuando más las necesitamos. La vida se acaba rápido, todo pasa y todo queda. Ama, sueña, ríe, baila, salta, pero no olvides que todo acabará llegando al final... Y después de todo este discurso que me dirijo a mi mismo, me parece increíble que siga pensando lo mismo. Nada dura para siempre, pero nosotros seremos la excepción. Y ojalá estuviera en lo cierto, y que a pesar de los errores, nadie cambiara en su forma de ser respecto a lo que vivimos en nuestro entorno, eso evitaría esas puñaladas traperas
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