
La Tortuga Matilde
Había una vez una tortuga que se llamaba Matilde. Siempre
estaba triste por que era la más lenta de sus amigos, era la que menos fuerza
tenía, era muy fea, verde y encima con
aquel caparazón que debía llevar de un lado a otro de la tierra.
Matilde le habría gustado ser rápido como la liebre, tener
la fuerza de un buey, ser tan hermoso como el pavo real, poseer los colores
de las mariposas, o por que no volar como sus amigos los
pajaritos del bosque que rodeaban su casa
y no llevar esa coraza que era su caparazón.
Sus amigos la intentaban animar, pero ella cada día estaba
más triste no había nada que pudiera animarla. ¿Que podían hacer ellos para
hacerla feliz?
Un día sus amigos se reunieron en secreto en el establo del
buey, debían hacerla feliz por lo menos por un día, para que viera que ella
también era un ser vivo con sus bellezas y que no debía sentirse infeliz, por
no verlas… Ella tenía muchos amigos. Por ello decidieron darle una fiesta
sorpresa, estarían todos allí e intentarían concederle todos los deseos… Podría
ser rápida como la liebre, podría poseer la fuerza de un buey, podría ser tan
hermosa como el pavo real, tener los colores de las mariposas y su verdadero
sueño… Volar.
Matilde absorta en sus pensamientos no sospechaba nada
cuando Marta, la mariposa le dijo que Pablo, el buey, estaba enfermo y que los
demás amigos iban a su establo para hacerle una visita. Claro que conociendo que el establo estaba
lejos, habían decidido que la visita seria para el día siguiente. Matilde a
regañadientes acepto esa invitación, no quería que se rieran de ella.
Por eso se acostó temprano y madrugó, quería estar en el
establo a la misma hora que sus amigos, debían dar ánimos a su amigo Pablo. Por
ello se puso en camino y poco a poco fue avanzando hacia el establo…
Cuando llegó no vio a nadie. ¿Dónde estaban los demás? Le
habría engañado su amiga Marta o tal vez, esta vez había ido demasiado rápido.
Poco a poco Matilde se acerco a la puerta y toco. Nadie le respondía. ¿Dónde
están los demás? Se preguntaba Matilde y volvió a tocar la puerta esta vez más
fuerte, tan fuerte que la puerta que solo estaba entreabierta se abrió… Miro y
el establo parecía vacio. ¿No habían llegado?
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